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martes, 26 de abril de 2011

Política hídrica turbia

No encuentro las palabras adecuadas para definir lo que pasa en este país en materia de agua. Los continuos despropósitos de los que somos espectadores, y la impotencia con la que a ellos nos enfrentamos, son cuanto menos vergonzosos.
Desde la derogación de parte de las obras incluidas en el Plan Hidrológico Nacional, entre otras, el Trasvase del Ebro (más por criterios políticos que técnicos), han sido varias las comunidades autónomas que, bajo el paraguas de sus estatutos de autonomías, han intentado apoderarse de la gestión de las aguas de los cauces que pasan por sus tierras. -No sea que construyan más trasvases malignos y se lleven nuestras aguas a otros lugares-.
A pesar de que el Artículo 149 de la Constitución Española deja bastante claro que la “La legislación, ordenación y concesión de recursos y aprovechamientos hidráulicos cuando las aguas discurran por más de una Comunidad Autónoma” será de competencia exclusiva del Estado, estas comunidades han continuado con dichos estatutos como si tal cosa, con la complicidad del Gobierno, hasta que el Tribunal Constitucional les ha negado la mayor.
Por si fuera poco, la propia Unión Europea nos advierte que incumplimos la Directiva Marco del Agua en cuanto a los planes de cuencas se refiere. -Pero vamos a ver una cosa, si ese modelo es nuestro, ¿sabremos nosotros si lo estamos incumpliendo? Pues sí, lo estamos incumpliendo. Nosotros somos así-.

Cuáles son las comunidades autónomas protagonistas de estos dislates no es la cuestión, ya que todo esto se debe a las maniobras de sus políticos en busca de votos, y no debemos convertir esto en una lucha entre territorios. Por otro lado, tampoco me parece importante el signo político que tengan estas comunidades, dado que estas políticas proteccionistas, injustas, anticonstitucionales e insolidarias han sido apoyadas por los dos partidos políticos más representativos del país (a veces incluso por los minoritarios). Lo que sí me parece más importante es la desconfianza que estas artimañas crean en las actividades económicas que dependen de la disponibilidad de recursos hídricos, es decir, TODAS, ya que tanto la agricultura, como la industria, el urbanismo o el turismo, entre otras, se ven claramente condicionados a la existencia o no de este recursos. La decisión de invertir en estos campos estará siempre condicionada a la creencia del inversor de que puedan tener futuro.
La consecuencia directa de dicha política hídrica es DESALACIÓN PARA TODOS Y PARA TODO, independientemente de que sea o no rentable el uso de un agua a más de 50 céntimos el metro cúbico (a veces mucho más) para regadío. Al parecer, eso de la rentabilidad no es algo importante cuando nos referimos a la agricultura.
No contentos con haberse reído bastante de nosotros, ahora Artur Mas pide colaboración a Valencia, Murcia y Andalucía para trasvasar agua desde el Ródano. ¿Qué pasa, que ahora sí nos gustan los trasvases? ¿Ya no son obras faraónicas?
Me parece a mí que lo que este caballero quiere (disculpen que le llame caballero, pero es que no le conozco bien) es seguir sacando partido de un tema tan importante como es el agua.
Mientras tanto, aquí estamos, asistiendo perplejos a los desvaríos de una clase política que lo único que parece importarles es conseguir el poder y mantenerse en él todo el tiempo que sea posible.
Así nos va.

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